Más o menos a las seis de la mañana, Julia se incorporó debido al ruido procedente del exterior. Somnolienta aún, subió la persiana y sacó la cabeza por la ventana. El aire frio de la mañana le puso la carne de gallina. Entornó los ojos para ver mejor, y se percató de que el camión de mudanzas que conducía Tío Julián estaba aparcado frente a la casa. Sorprendida por este hecho, ya que no era común en él estas horas de visita, decidió bajar y echar un vistazo.
No se preocupó siquiera en calzarse, ya que le gustaba sentir el tacto de los azulejos frios bajo sus pies. Bajó con cuidado las escaleras, procurando no despertar a nadie, y se encontró a su padre apoyado en el requicio de la puerta. Estaba fumando. Julia se acercó, y apoyó la barbilla en su hombro.
- Buenos días, princesa. ¿ Ya levantada ? dijo sonriendo.
- Papá, ¿ qué es todo esto ?
Carlos suspiró, y con un gesto le indicó que se fuera a sentar a las escaleras.
- Nos mudamos, cielo. Al pueblo de los tíos.
Esperaba que la noticia cayera como una bomba, pero Julia apenas se inmutó.
- ¿ Cuando ?
- Tan pronto como puedas recoger tus cosas y meterlas en el camión del Tío Julián.
Cómo si hubiera oído toda la conversación, Julián entró en casa esbozando una gran sonrisa.
Era un hombre grande y fuerte, con un poblado bigote ya cano y ojos grandes y cariñosos.
- ¿ Cómo está mi sobrina preferida ?
- ¡ Tío Julián ! exclamó Julia abrazandolo.
- Anda, anda, deja en paz a Julia que tiene que recoger sus cosas - sonrió Carlos.
A paso ligero, Julia comenzó a subir de nuevo las escaleras. Su cabeza era un torbellino de ideas.
Cuando llegó a su habitación, comenzó a sacar ropa de los armarios, arrojándola encima de la cama. No tenía mucha, puesto que después de lo que había pasado había tenido un pequeño episodio de locura en el cual había querido romper totalmente con el pasado ( eso, por supuesto, incluía la ropa )
Al llenar casi por completo su maleta pequeña de ropa, complementos y demás cosas variadas, Julia se sentó en la cama un segundo. No tenía muchas cosas que recordaran que era adolescente, tales como posters, o fotos de amigos por toda la habitación. La única cosa que apreciaba eran los discos, de los cuales tenía miles. Cogió una bolsa de H&M y comenzó a meterlos ahí, de la mejor manera posible.
Cuando acabó con esta tarea, dió un par de vueltas por la habitación. Era totalmente apersonal, y eso le gustaba. Nadie hubiera dicho que la habitación había pertenecido a una persona desde que había llegado al mundo.
Esbozando una sonrisa extraña y cogiendo la pequeña maleta en la cual iban recogidos 17 años de su vida, Julia cerró la puerta y comenzó a bajar las escaleras.
Una nueva vida, un nuevo lugar, nuevas personas. Otra oportunidad. Todo aquello con lo que siempre había deseado la esperaba fuera.
Y por primera vez en mucho tiempo, tuvo la sensación de que nada podría salir mal.
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