lunes, 10 de octubre de 2011

IV.

Cuando abrió los ojos, todo habia cambiado. Era luz de mediodía, y se proyectaba de forma tenue sobre los campos. Donde antes habia habido edificios, parques, asfalto y gente, ahora, un halo verde lo envolvía todo.  Entornó los ojos para ver y forjarse una mejor idea sobre el paisaje de su alrrededor. Su primer vistazo no le había traicionado, aquel paraje parecía haber salido de un cuento para niños. Había ido muchas veces al pueblo de los tíos, pero desde lo que había pasado, siempre habían venido ellos, así que no tenia una idea clara de lo que era volver al pueblo.
Avanzaban por una sinuosa carretera que ascendía poco a poco por un pequeño cerro. A ambos lados del camino, el trigo y las malas hierbas crecían a su antojo, lo que le daba un aspecto de desaliño a propósito.  Julia bajó la ventana para poder aspirar el olor de aquellos campos, y , al tiempo que lo hacía, cerró los ojos. La esencia de la naturaleza, en una convivencia pacífica con la civilización, la golpeó de lleno, y tuvo la sensación de que nada , absolutamente nada, volvería a ser cómo antes.

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