sábado, 5 de noviembre de 2011

VI.

Julia subió las escaleras de madera de tres en tres para coger una chaqueta. Las maletas estaban puestas en una habitación totalmente desordenada, a mitad de camino entre el reino de lo absurdo, la genialidad y un trastero. Cogió una cualquiera, y se apresuró a salir por la puerta silenciosamente. Hacía tanto que no paseaba de noche... De hecho, le encantaba, pero el último medio año no había sido el mejor para ese tipo de placeres. Caminó despacio mientras enfilaba la calle de sus tíos. La bienvenida y la cena habían sido las esperadas. Todo el mundo había respetado su actitud taciturna , achacándola al cansancio del viaje, y ella no se había esforzado en corregirlos. Así había podido escaparse pronto de la mesa para salir a tomar un poco el aire. No se lo había planteado hasta ahora, pero le extrañaria mucho que su madre se enfadara. No en ese pueblo. No ese día.
Si mal no recordaba, existía aún una pequeña estación de tren donde solía ir de pequeña. Estaba practicamente abandonada, ya que el pueblo no era el destino preferente del turismo, ni mucho menos, así que solamente pasaba un tren al día, para llevar a los viajeros a la capital.
Caminó acariciando las blancas murallas, cerrando los ojos ante el tacto. Se sentía inexplicablemente feliz. Era lo que llevaba tanto tiempo deseando. Un lugar donde comenzar de nuevo. Otra oportunidad, que se extendía ante sus ojos. Era como si, después de tantas penurias, la vida le donara un pequeño frasco de esencia de Felix Felicis para usarla como dispusiera.  Le costaba tanto asumirlo que tuvo que morderse el labio varias veces para comprobar que estaba en lo cierto.
La pequeña estación se encontraba enfrente de ella. Enana, blanca y coqueta, tal y como la recordaba.
Una ligera capa de rocío cubría los rojos bancos que se situaban frente a ella, y la luna se reflejaba en los raíles, dándoles un matiz azulado.
Julia se quitó las bailarinas, para sentir mejor el frío de la noche. Se sentó en el andén, con las piernas balanceándose sobre la vía, y dió un largo suspiro.  No tardó en percatarse de que sentía predilección por este lugar, cuando apenas llevaba cinco minutos en él. Algo en su interior se sentía atraido por el aura que desprendía la estación,y de repente supo que allí iba a pasar la mayor parte del año. Quizá porque le recordaba tiempos mejores. Quizá porque no parecía real. Quizá porque parecía sacada directamente de un cuento de hadas. En todo caso. ¿ qué mas daba ?

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